Paolo Veronés (Verona 1528 – Venecia 1588)
Nos encontramos dentro del templo de Jerusalén, aunque las arquitecturas que ha pintado Veronés se corresponden con las de un templo romano, pues las columnas tienen estrías y los capiteles son corintios, con una estupenda balaustrada arriba a la derecha y un frontón al fondo encima de un vano que nos deja ver el exterior de la estancia. Nada tiene que ver por tanto, con el diseño del templo de época de Herodes. Abundando un poco más en este tema de los elementos arquitectónicos que pinta Veronés en el cuadro, hay que señalar que existe un poco de controversia sobre este tema. Todos esos elementos representados están basados en los grabados de Vitrubio publicados en 1556. Si prestamos atención a uno de los personajes, el que está despaldas a nosotros separando las páginas de un libro con el brazo descubriremos un sorprendente detalle, y es que en el canto de este libro aparece la inscripción MDXLVIII (1548 en números romanos), por lo que algunos historiadores del arte entienden que la fecha corresponde con la realización del cuadro. En realidad, hay dos motivos para pensar que no es así: En primer lugar, porque, como ya hemos dicho, por la inspiración en los grabados de Vitrubio publicados de 1556, que Veronés no podía conocer en 1548 y en segundo lugar, porque según los especialistas en el pintor italiano, la obra presenta una finura y una destreza que el artista no había adquirido todavía a la altura de 1548.
Mientras Jesús habla, los doctores, ataviados con ricas vestiduras, escuchan atentamente la explicación. Uno está escudriñando las escrituras y tiene la cabeza hundida en el libro; otro se acerca la mano a la oreja para escuchar mejor; el que lleva una túnica naranja se señala a sí mismo, como sintiéndose ofendido; algunos cuchichean entre ellos. No debemos olvidar lo que dice el versículo 47: “Y todos los que lo oían se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”. Vemos diferentes rostros cargados de expresividad, diferentes posturas que nos confirman que Veronés es conocedor de la escultura clásica y la domina. Un detalle adicional para los más observadores: Uno de los doctores, que se encuentra sentado en la base de la columna, tiene el brazo echado para atrás y asoma la mano por la espalda, pero si seguimos las leyes del canon de representación, vemos que tendría que tener un brazo más largo que el otro y muy elástico para que apareciera esa mano por detrás a esa altura de la espalda. Sin duda son pequeñas licencias pictóricas que no restan maestría al lienzo.
Aunque no lo apreciemos a primera vista, entre los doctores destaca un personaje con vestiduras diferentes: Está de pie, un poco a la derecha, se lleva la mano al pecho señalando unas letras bordadas. Lleva un hábito de Caballero del Santo Sepulcro y el bastón de los peregrinos. Seguramente nuestro misterioso personaje fue el que antes de partir para tierra santa encargara la obra al artista para dejar constancia de su gran hazaña.
En el centro, al fondo de la composición y bajo el frontón, hay una muchedumbre: se trata ni más ni menos que de José y María acompañados de otros parientes en busca de Jesús.
Por último, tres detalles más nos llevan a entender el conjunto de la obra: Un reloj de arena, que hace referencia al tiempo pasado que se desarrolla en el Antiguo Testamento; un libro cerrado, porque es el momento en el que se está revelando Jesús a los doctores y la figura de un perro pequeño, que simboliza la fidelidad.
Veronés aprendió de los venecianos, lo cual se deja ver en el tratamiento de las telas tan preciosas de los doctores y en ese brillo y esplendor de sus colores, así como en el gusto por el lujo y la escenografía. La luz y su tratamiento en diferentes partes del cuadro producen diferentes ambientes. Es una obra que destaca por su composición, llena de personajes bien situados en el espacio, junto a las esplendidas arquitecturas, que pinta maravillosamente, creando una atmosfera creíble.
Termino recordando el versículo 49 que dice “Entonces él les dijo: -¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?”. Cabe la pregunta: Y nosotros ¿Estamos en los negocios del Padre? ¿Vamos al templo a aprender de su Palabra? ¿Hemos entendido que, como dice la Escritura, “la letra mata, mas el espíritu vivifica”? Jesús no discutía con los doctores para llevar razón, sino para mostrar que más allá de la mera exégesis y de la interpretación intelectual o religiosa de las escrituras, se abre el camino del cumplimiento de la Palabra de Dios, una Palabra que se hacía carne en su propia existencia y propósito. ¿Estamos nosotros centrados en los propósitos de Dios para nuestra vida? ¿Cómo podemos conocerle a Él y servirle de la mejor manera? Con el comienzo del nuevo año es bueno que nos hagamos estas preguntas y decidamos dónde queremos estar y a que vamos a dedicar nuestro tiempo y fuerzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario