viernes, 6 de enero de 2017

ABRAHAM Y LOS TRES ANGELES DE TIEPOLO

GIOVANNI BATTISTA TIEPOLO (Venecia, 1696 – Madrid 1770)
Pintor italiano que fue llamado por Carlos III para decorar los salones del Palacio Real, sobre todo el Salón del Trono. Tiepolo era reconocido como un gran fresquista por este motivo lo llama Carlos III a España ya que aquí no teníamos en esa época un gran dominio de la técnica del pintar al fresco* y sin embargo los italianos eran los mejores en esta técnica. Viene a Madrid acompañado de sus hijos Domenico y Lorenzo porque ya era de avanzada edad y el solo no podía. Realiza el encargo del rey entre 1762 y 1766 pero se encuentra a gusto en Madrid y decide quedarse. Realiza otros encargos, incluso es nombrado pintor de cámara.
Nuestro cuadro se titula:
ABRAHAM Y LOS TRES ANGELES  (h.1770  óleo sobre lienzo 197X152)
Es un cuadro de grandes dimensiones, casi dos metros de alto por metro y medio de ancho es de los grandecitos por lo que os podéis imaginaros las figuras que aparecen son de tamaño natural o más.
El cuadro de hoy está basado en Genesis 18, La promesa del nacimiento de Isaac. Tal vez, nuestro cuadro está basado en los primeros 5 versículos. Vamos a leer.
Muere en 1770 en Madrid, en el año más o menos en que está fechado nuestro cuadro de hoy. Del que no se sabe mucho de su procedencia. Fue donado por la familia Sainz al Museo del Prado a principios del siglo XX. Seguramente estaría en alguna capilla particular de familia cercana al rey o a la corte o en la capilla de alguna orden religiosa.
Para poder describir mejor el cuadro lo vamos a dividir en dos partes, la parte superior donde aparecen los ángeles y la parte inferior donde se encuentra Abraham. Una zona superior, con ambiente celestial y una zona inferior más terrenal
La composición es en diagonal vemos como desde una posición superior derecha aparecen  los ángeles que descienden hacia donde se encuentra Abraham. Llegan como aterrizando, rodeados de nubes que invaden ya casi todo el espacio terrenal.
Vemos a los tres ángeles que tienen una mirada distante y arrogante, están mirando a Abraham pero desde una posición superior. En claro contraste con Abraham que tiene una actitud humilde.
En el centro de la composición y claramente atrayendo las miradas del espectador encontramos a un varón bello y altivo, semi desnudo y con sus dos compañeros a los lados. El viento que viene de frente les levanta el pelo y les arruga y coloca los mantos de tal forma que los viste. Los colores de los paños que cubren a los ángeles resultan como fríos, el amarillo y el azul claro son más luminosos en comparación al manto que lleva Abraham, con cálidos tonos ocres, con un manto más denso, con peso. Se ha aclarado el color de la parte superior del cuadro para marcar la diferencia, como decíamos, la parte de arriba con una procedencia divina y la parte de abajo con ese toque como más terrenal. Dos realidades de diferente naturaleza, dos puntos de vista total mente diferentes, una superior que ha decido bajar a la tierra. Hasta tal punto estamos en dos realidades separadas que tenemos  a un ángel subido a caballo sobre una nube luminosa, una nube consistente, densa y capaz de sujetar un imaginario cuerpo. Tienen los ángeles las alas a medio desplegar o medio recoger según se mire. Es el momento justo cuando Abraham los ve pasar, sale de su tienda y se postra ante ellos.
En la zona terrenal con Abraham, que ya hemos dicho que tiene una actitud de humildad, no levanta la mirada, está  semi arrodillado, va a juntar las manos y a su alrededor están los elementos terrenales que hacen que pasemos a otra dimensión.
El manto de Abrahan no se mueve por el viento, como pasaba con los ángeles, sus pliegues nos muestran que debajo hay anatomía, como vemos en la pierna doblada. Su rostro muestra el paso de la edad, es un rostro anguloso con una barba teñida por las canas. Responde al modelo de anciano que el artista ya venía representando en otros trabajos. Sus manos, casi juntas parecen pedir ruego o suplica igual que todo su cuerpo. Tal como dice en el versículo 3 “…Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo”  
Abajo a la derecha tenemos los restos de comida sobre en un magnífico paño arrugado, lo que se denomina en pintura, naturaleza muerta y el bastón de un peregrino, no sé muy bien si es de Abraham o de los varones, uno de ellos se apoya también en un bastón, pero tal vez por la edad de Abraham o por lo cotidiano que resulta.
No hay mucho paisaje para esta escena un esbelto árbol a la izquierda, alguna peña o roca y un cielo agrisado muestran de uno de los momentos más importantes en la vida de Abraham, la promesa de ser el padre de una gran nación. Algo que parecía casi imposible para un hombre de avanzada y edad y su mujer Sara, también mayor. Pero la fe de Abraham se basa en la confianza que tiene de que Dios cumple todo lo que promete porque nada hay imposible para Dios. Abraham creyó y recibió el milagro del amor de Dios. Y también su mujer Sara que en un principio dudo pero luego esa fe en familia junto con su marido. Dice en Hebreos 11:11 “Por la fe la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido”

La pintura al fresco es un procedimiento pictórico mural, empleado desde la antigüedad, y que se realiza sobre una superficie cubierta con una capa de cal y luego se pinta mientras se encuentra fresca la pared. La oxidación de los pigmentos hace que se quede fija la pintura en la pared.

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