viernes, 6 de enero de 2017

ADORACIÓN DE LOS PASTORES

ADORACIÓN DE LOS PASTORES. 1612-1614 Juan Bautista Maíno (1581-1649)

El nacimiento de Jesús relatado en Lucas 2:1-20 nos cuenta quienes fueron los primeros en recibir el anuncio del nacimiento de Jesús y como los ángeles y los pastores fueron los testigos directos de la llegada del Mesías.
En tres niveles diferentes el pintor de Pastrana (Guadalajara) nos presenta el relato en un lienzo de más de tres metros de alto donde las figuras son monumentales y escultóricas.
En el nivel superior se encuentran los ángeles, que contemplan deleitados la escena, son el retrato realista de los chiquillos y adolescentes de cualquier ciudad. Están envueltos en sus mantos vaporosos y muestran unas alas minuciosamente detallas como las alas de las aves. Se agarran y se apoyan en unas nueves grises que parecen sólidas como rocas.
En el centro de la composición un muro y tres maderos nos indican que estamos en el establo. Detrás de estos tres maderos aparecen unas ruinas monumentales romanas que están siendo invadidas por la vegetación. El niño y los madereros son la esperanza para el mundo.
Con dulzura, José y María rodean al niño Dios que se encuentra en el cajón o pesebre que hace de cuna. María lleva un manto azul cobalto que da vigor a la escena.  Nos fijamos en la multitud de detalles realistas: en la madera desgastada,  en las grietas, en las pajas del pesebre o en el paño blanco que envuelve al recién nacido. Todo está bañado por la luz indirecta del anochecer, en un ambiente de lo cotidiano, naturalista, que nos indica la influencia de Carravaggio.
Una figura escultórica revisada por el nuevo clasicismo de los Carracci acompaña a José, María y Jesús en la escena central. Un pastor de edad, con sus canas, sus arrugas y tostado por la intemperie es un retrato detallado de una profesión sin muchos recursos pero que el artista a dignificado dando calidad a sus ropas y su calzado. Un pastor que se siente conmovido por la escena llevándose una mano al pecho pero no olvida de donde viene y la otra mano sujeta fuertemente a una cabra por los cuernos.
Al otro lado del muro asoman las cabezas del buey y la mula, son los otros testigos imaginarios de una iconografía basada en la tradición y no en los textos bíblicos.
En el tercer nivel  los detalles crean el ambiente naturalista: el zurrón y la calabaza, el cesto con huevos y  el perro fiel a los pies, en un claro guiño a un género incipiente en España, el bodegón.

Abajo en el suelo los más humildes, dos pastores con escasas ropas y los pies sucios parecen abatidos. Uno toca una flauta pero no nos transmite alegría sino la quietud que envuelve todo el cuadro. El otro pastor está todavía más hundido en sus propios pensamientos, tal vez porque sabe a qué ha venido el niño del pesebre. Sujeta con una mano un pequeño carnero atado por las patas, es el símbolo del que viene a pagar por el pecado del mundo.

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